La diferencia fundamental entre el gasto público y el privado reside en su
origen y su finalidad.
El gasto público es aquel que realiza el Estado con los fondos recaudados de
la ciudadanía a través de impuestos, tasas y contribuciones. Su objetivo
principal es el bienestar general y la provisión de bienes y servicios para
toda la sociedad, como la construcción de infraestructura (carreteras,
hospitales), la educación, la seguridad y la salud.
Por otro lado, el gasto privado es el que efectúan las personas, familias y
empresas utilizando sus propios recursos. Su propósito es satisfacer
necesidades y deseos particulares (consumo) o buscar un rendimiento
económico (inversión).
En resumen, mientras el gasto público utiliza fondos colectivos para un fin
social, el gasto privado utiliza fondos particulares para fines individuales
o de lucro.
Desgraciadamente en Argentina, como en otros paisitos corruptos,
históricamente políticos, gobernantes, funcionarios, empresarios proveedores
del estado, etc., en la práctica no lo han entendido así.
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Presidente Illia recibiendo al presidente Charles de Gaulle, en octubre de 1964. Visto en Wikipedia |
Un caso interesante e histórico de recordar fue el General Charles De
Gaulle, que dejó una impronta indeleble en la política francesa del pasado y
presente siglo. Se cuenta que cuando era presidente, De Gaulle consideraba
que el dinero público debía permanecer sagrado.
En el Palacio del Elíseo se negaba a que el Estado pagara cualquier gasto
personal. Su esposa, Yvonne de Gaulle, llevaba un pequeño cuaderno en el que
anotaba meticulosamente todos los gastos familiares: electricidad, comida,
ropa, jabón…
Cada mes, hacía un cheque al Tesoro Público para reembolsar esos gastos
privados. Un día, el contable del Elíseo le dijo que no era “necesario”.
Ella respondió: “Señor, todo lo que no es público es privado, y lo que es
privado, lo pagamos nosotros.”
Incluso sus hijos y nietos no tenían derecho a utilizar los coches oficiales
para asuntos personales.
Rechazaba los privilegios de su cargo (pagaba sus facturas personales en el
Elíseo, hasta el costo del jabón y de las comidas familiares).
Rechazó el salario presidencial, viviendo únicamente de su pensión como
general. A su muerte, no poseía ninguna fortuna, solo su casa en
Colombey-les-Deux-Églises, comprada antes de la guerra. Se cuenta que
incluso enviaba cheques al Tesoro Público cuando creía que algún gasto
privado podía haberse pagado por error con dinero del Estado.
En Argentina también tuvimos un presidente 100% honesto. El Dr. Arturo
Umberto Illia, presidente de la Nación Argentina entre el 12 de octubre de
1963 y el 28 de junio de 1966.
Vivió casi toda su vida en su humilde casa de Cruz del Eje, donde se
dedicaba a la medicina, y que nunca utilizó su influencia a su favor. Nunca
pudo encontrarse un solo cargo de corrupción en todo su mandato, ni siquiera
en alguno de sus colaboradores. Renunció a su jubilación de Presidente y, en
algunas ocasiones, se puso a trabajar en la panadería de un amigo. Vendió su
auto para pagar el tratamiento de su esposa.
Siempre honesto, sencillo, humilde y jerarquía moral lo convierten en el
Mahatma Gandhi de la política Argentina, como lo señaló el escritor Marcos
Aguinis en su momento.
Por George Stephen ©2025
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