Un desafío geopolítico en Argentina y Paraguay
En los últimos años, un fenómeno preocupante ha captado la atención de
analistas de seguridad y gobiernos en Sudamérica: la llamada
"mexicanización". Lejos de ser un simple término, este concepto describe
la creciente adopción de los modelos criminales, la violencia extrema y la
sofisticación operativa de los cárteles mexicanos por parte de
organizaciones criminales en el sur del continente. Aunque el tráfico de
drogas no es nuevo en la región, la escala, brutalidad y capacidad de
infiltración de estas nuevas redes representan un cambio cualitativo en la
amenaza. Este artículo se centra en los casos de Argentina y Paraguay, dos
países donde la convergencia entre la política y el crimen organizado ha
alcanzado niveles críticos.
El ascenso criminal en Argentina: De país de tránsito a centro de
operaciones
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Visto en El Litoral |
Grupos locales han adoptado tácticas de los cárteles mexicanos, como el
uso de sicarios, la extorsión sistemática a pequeños comerciantes y la
intimidación a través de la violencia pública para consolidar su poder.
Estos grupos no solo operan en el narcotráfico, sino que también
diversifican sus actividades criminales hacia el lavado de dinero a gran
escala, utilizando la estructura financiera y la economía formal para
blanquear sus ganancias ilícitas. La escalada de violencia en Rosario es
un claro ejemplo de esta transformación. Las disputas entre clanes locales
como "Los Monos" y sus rivales por el control de las "bocas de expendio"
(puntos de venta de droga al menudeo) han resultado en tiroteos
indiscriminados, amenazas a jueces y fiscales, y un clima de terror que ha
paralizado a la ciudad. La porosidad de las fronteras, la debilidad de las
fuerzas de seguridad y la falta de coordinación interjurisdiccional han
permitido que estos grupos se fortalezcan, estableciendo rutas de
suministro y redes de distribución con una eficiencia alarmante.
Paraguay: Corredor estratégico, impunidad y nexo de corrupción
Paraguay se ha posicionado como un corredor logístico esencial para el
tráfico de drogas, armas y contrabando en la región. Su posición
geográfica, con extensas y porosas fronteras con Brasil, Argentina y
Bolivia, lo convierte en un punto de conexión ineludible. La presencia de
poderosas organizaciones criminales brasileñas como el Primer Comando da
Capital (PCC) ha consolidado el país como una base de operaciones y un
centro de coordinación para el tráfico a escala regional.
La criminalidad en Paraguay no se limita a la violencia en las calles. Ha
permeado profundamente la estructura del Estado. El control de los puertos
fluviales, los aeropuertos y los vastos territorios rurales por parte de
las mafias es un secreto a voces. La impunidad florece en un ambiente
donde las instituciones del Estado, desde la policía hasta la justicia, a
menudo se ven comprometidas. La infiltración del crimen organizado en la
política paraguaya es un problema crónico que se manifiesta en la
protección de cargamentos de droga, la liberación de criminales de alto
perfil y el silencio cómplice de las élites. Los líderes de los cárteles
no solo compran la protección de funcionarios de bajo rango, sino que
también ejercen influencia sobre los nombramientos en puestos clave,
asegurando que sus operaciones ilícitas no sean perturbadas. Esta falta de
control estatal en zonas fronterizas permite que los criminales operen con
una libertad casi total, convirtiendo al país en un paraíso para el
contrabando y el lavado de activos.